Cuando empecé a pensar el baño, y especialmente la bañera, pensaba en J. Lo estrenaríamos juntos, con un largo baño de espuma acompañado por una copa de buen vino… Nunca llegó a verlo. Nunca se dejó acariciar por la espuma y el agua caliente. Nunca llegó a relajarse…
Seis meses después, sigo bañándome con él, recordándole a gritos que no escucha lo a gusto que se está en una bañera de agua caliente…