Duele la ausencia. Lo sabemos desde hace tiempo…. aprendes a vivir con ella, a convivir, a hacerle un hueco en tu cama y a compartir con ella esa nueva bañera XXL. La ausencia se convierte día a día en tu compañera inseparable, en tu confidente. Escucha silenciosa, ni tan siquiera asiente cuando le confiesas tus más íntimos sentimientos. Te acompaña y lo agradeces, pero duele, coño.
Y de repente, la ausencia se transforma es una presencia, aquella presencia tan añorada. Y duele más!!! Y tú te quedas con cara de tonta, echando de menos la ausencia de esa presencia recuperada…
Ainsh, porqué somos tan complicados…