grandes remedios.
Llorar sirve de poco, aunque a veces hace falta hacerlo y mucho mejor si es frente a alguien que te quiere y te intenta comprender. *Gracias P, muchas gracias! *
Mi casa, esta en la que vivo de okupa, está llena de carteles que me recordarán a todas horas que puedo hacerlo: “YO PUEDO” preside mi nevera, la lista completa de vértebras afectadas tapa la tostadora y mientras me mire al espejo cada mañana leeré lo siguiente:
En los dos últimos años me he llenado la boca e hinchado el pecho con orgullo hablando de mi relación con la náutica: como afronté mis miedos, como aprendí a navegar, como me lancé a hacerlo sola… como cada pequeño reto se convirtió en una pequeña-gran victoria.
Y de repente, ¿me asusto? pero bueno, que somos, ¿¿¿¿ hombres o ratones???? Tengo un problema. Tengo un problema serio y que no tiene solución. Pero en mi mano está la posibilidad de ponerle trabas en las ruedas para que tarde más en dejarme en una silla de ruedas, en comerse mi columna. He de perder 30 kilos de peso y hoy ha sido el primer día de mi nueva vida. Eso tan absurdo, hacer dieta, me ha vencido año tras año, día tras día, causandome una gran ansiedad y ahora, me avergüenza escribirlo, hasta miedo. QUE COÑO. Hoy he empezado la dieta y no, no me iré a Suiza ni a Marbella. Lo haré aquí, con ayuda médica, pero lo haré yo sola. PORQUE YO PUEDO
Y desde hoy, para vosotros mis escasos lectores, esta web se va a convertir en el cajón donde vomitaré todo lo que me pasa por la cabeza y no por el estómago. Un diario en que que quiero plasmar como me siento en relación a esta cuenta atrás…va a ser un coñazo
pero me apetece hacerlo…
Qué sentí cuando salí de la consulta, me senté con dificultad en mi coche, arranqué y salí de aquel subterráneo, buscando aire, boqueando, intentando controlar esa pelota que se hacía grande en mi cuello, en mi esternón, en mi cabeza. Explotó. Me dejé invadir por el pánico al dolor, por el miedo a perder mi movilidad, por esa promesa que coño, va a ser de las que se cumplen, de terminar en una silla de ruedas mucho antes de lo que sería justo. LLoré. Mucho. Sufrí y eché en falta una mano amiga, un abrazo, compartir mi dolor.
Pero pasarlo sola me sirvió para controlarlo. Una vez más me acosté prometiéndome que por la mañana estaría bien, no me puedo permitir estar, encima, deprimida.
Y así ha sido: me desperté, me drogué para controlar el dolor, me senté ante el pc y me puse a buscar alternativas, a llamar a médicos, buscar tratamientos.
Esta es sin duda la mayor lección que me va a dar la vida. Tengo por delante un reto, que siempre ha sido lo que a mi me ha gustado, lo que me ha motivado. Recojo el guante, vida y me enfrento a la dura prueba con la cabeza tranquila, el corazón lleno de caricias de la gente que me quiere y la tranquilidad de saber que el día que no pueda más, podré marcharme en paz…
Voy a conseguirlo.